
En los primeros días de septiembre en Extremadura se respira el fervor a su Patrona, Santa María de Guadalupe. Según la leyenda la imagen primitiva apareció junto al sepulcro del apóstol Lucas en Antioquía. Desde el oriente la imagen llegó a Roma. Se cuenta en la capital italiana el milagro de la Virgen como intercesora cuando la peste asoló Roma. Desde la ciudad eterna la imagen de la Virgen llegó a la Península Ibérica, en concreto a la ciudad de Sevilla, como regalo al obispo San Leandro. Debido a la invasión musulmana, los cristianos huyen al norte peninsular y en las montañas de Extremadura esconden bajo tierra la imagen de la Virgen. No será hasta el siglo XIV cuando a un pastor llamado Gil Cordero se le aparezca la Virgen, quien le manda descubrir su imagen, enterrada junto al río Guadalupe, y construir una ermita donde poder venerar a la imagen de Santa María.
En 1389 se levanta el monasterio que queda bajo la jurisdicción de los jerónimos. Cuando esta orden abandona el lugar la Archidiócesis Primada de Toledo confía la custodia y culto del monasterio a la orden franciscana, que lo regenta en la actualidad, así como la parroquia de Guadalupe.
En 1907 en el reinado de Alfonso XII Santa María de Guadalupe es proclamada Patrona de Extremadura y en 1928 es coronada como Reina de las Españas o de la Hispanidad. La solemnidad litúrgica de Santa María de Guadalupe se celebra el 6 de septiembre y la fiesta popular de la Virgen es el día 8. Hasta ese día se celebra el solemne novenario en la Basílica del monasterio de Guadalupe. En 1993 el Real Monasterio recibe el título de Patrimonio de la Humanidad por su riqueza cultural y artística y por la difusión mundial, en especial en Hispanoamérica, de la advocación mariana de Guadalupe.
Mérida cuenta con una imagen del siglo XX de la Virgen de Guadalupe, en un retablo barroco de la Catedral Metropolitana. Allí también se celebra el triduo a la Patrona de Extremadura los días 6, 7 y 8 de septiembre.