Señor, gracias por la ilusión.
Y gracias por la esperanza que anida en el corazón.
Señor, gracias, por nuestra vida.
Sea para ti, Señor, la gloria,
para ti el esplendor, la majestad.
Canten su acción gracias cielo y tierra, por ser obra de tu amor.
para ti el esplendor, la majestad.
Canten su acción gracias cielo y tierra, por ser obra de tu amor.
No hay cosa más propia de unas criaturas que
agradecer, admiradas, todo lo positivo que contemplan sus ojos: las mieses, los
hijos, la cultura, la familia, la paz, la vida; y, al mismo tiempo, nada más
propio que elevar la súplica del pobre y desvalido, para nunca falte lo
necesario a los hermanos que sufren, lloran, pasan hambre...
Todas las religiones, de una u otra forma, han
querido tener propicios a sus dioses, y por ello les han ofrecido sus pequeños
dones, e incluso a veces sacrificios de víctimas cruentas.
Nosotros, cristianos, que hemos conocido el rostro
amable de Dios Padre en su Hijo encarnado, hagamos la ofrenda de nosotros mismos
comprometiéndonos en fidelidad, a través de la liturgia de alabanza, adoración y
súplica. Pongamos cada uno en el platillo de la ofrenda todos aquellos motivos
por los que nos inclinamos, reverentes, a proclamarle Señor, Padre y Rey, y
depositemos en el otro las miserias de nuestras ingratitudes pasadas para que Él
las queme en la hoguera de su amor misericordioso.
ORACIÓN:
Te damos gracias, de todo corazón, porque eres
bueno; porque eres Padre; porque tienes entrañas colmadas de piedad; porque nos
das el agua y la sed, el hambre y el pan, el trabajo duro y la cosecha que lo
premia, la gracia de ser leales y el perdón por no serlo. Quédate siempre con
nosotros y déjanos sentir tu presencia. Amén.
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